Con la temporada de bodas en plena ebullición, llega ese temido momento en el que los novios se ven obligados a marcarse el último sprint, lo que supone una verdadera carrera a contrarreloj – no siempre libre de algún obstáculo en forma de imprevisto – en la que cuadrar todos los elementos que llevan diseñando durante meses para, finalmente, llegar victoriosos al gran día. Son semanas de mucho estrés y nervios, no seré yo quien lo niegue, en los que el todo o nada puede jugarles malas pasadas pero que, de la misma manera, supone la fase final de un emocionante viaje que empieza a llegar a destino.
Pero si hay algo que da el pistoletazo oficial a la estación de las bodas por excelencia – al margen de los novios claro está – es el inicio de la búsqueda del estilismo para ser – o al menos intentarlo – una invitada perfecta.

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